La supresión del debate libre es la antítesis de la misión universitaria

OPINIÓN
PUNTO DE VISTA
La supresión del debate libre es la antítesis de la misión universitaria, escribe Anabelle Rodríguez. Columna publicada hoy en El Nuevo Día.
4 de abril de 2025
La supresión del debate libre es la antítesis de la misión universitaria, escribe Anabelle Rodríguez (Archivo)
Leí con estupor la noticia de que la Universidad de Puerto Rico (UPR) decidió eliminar el comité especial cuyo propósito era promover una cultura de respeto hacia la diversidad, la igualdad, la no discriminación, la inclusión y la equidad, con el fin de garantizar el bienestar integral de toda la comunidad universitaria. Esta decisión se tomó con el objetivo de alinearse con la política pública del gobierno de Estados Unidos, una política que, como hemos visto claramente en los últimos 70 días, dista mucho de representar las más altas aspiraciones humanas de dignidad, justicia, libertad, tolerancia, empatía, generosidad y nobleza, más bien reflejando todo lo contrario.
Hace algunos años, en otro contexto, había expresado que la “Universidad es mucho más que un mero centro de estudios, más que un lugar para la transmisión, producción y difusión del conocimiento. El êthos universitario es el de la búsqueda irrenunciable de la verdad como presupuesto indispensable para la libertad, la transmisión del saber y la discusión abierta, crítica y libre de cualquier asunto. Las universidades son, a fin de cuentas, centros de imaginación de lo posible”. UPR v Laborde, 182 DPR 253 (2010).
Considero entonces que, para el ejercicio puntual de este quehacer, es indispensable que exista un recinto adecuado en el cual prime ese diálogo abierto y crítico de parte de quienes aspiren precisamente a esa la verdad, precien la libertad, la igualdad, la diversidad y el respeto por la dignidad humana. Solo si se respeta ese espacio privilegiado para el debate de ideas, es que puede florecer una sociedad democrática y pluralista.
Paulo Freire, destacado educador brasileño, sostuvo que “la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar al mundo”. Esta afirmación resalta que el propósito último de la educación universitaria no es la simple transmisión de saberes técnicos o específicos, sino la formación de ciudadanos capaces de transformar la realidad social y política mediante el cuestionamiento constante y reflexivo.
La Universidad, por lo tanto, debe permanecer como un bastión contra cualquier intento de adoctrinamiento ideológico por parte de gobiernos o grupos políticos. La imposición de discursos únicos o el silenciamiento de voces disidentes representan una amenaza directa a la razón de ser universitaria. Como bien indicó don Jaime Benítez: “Es pues mi criterio, que el principal objetivo de esta universidad debe ser hacer hombres libres en su espíritu, hombres que no rindan la potencialidad creadora de su alma a nada de este mundo —ni al halago, ni al cliché social, ni al prejuicio, ni a la ambición, ni a la amenaza, ni al poder— a nada en este mundo”. La supresión del debate libre es, entonces, la antítesis de la misión universitaria.
Históricamente, los periodos más prósperos en términos intelectuales y democráticos han coincidido con la existencia de instituciones universitarias abiertas a la diversidad cultural, política, étnica o racial, que han sabido acoger en su seno a quienes huían de la intolerancia y persecución. Como sabemos, durante la Guerra Civil Española nuestra Universidad, bajo la batuta de Benítez, acogió a innumerables figuras destacadas que hicieron de Puerto Rico su hogar y que participaron intensamente en la vida sociocultural de nuestra Isla. Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Pau Casals, Pedro Salinas, María Zambrano, Jorge Guillén, Francisco Ayala, Federico de Onís o Aurora de Albornoz, enriquecieron a nuestro país, es a eso a lo que debemos aspirar nuevamente.
En contraste, los regímenes totalitarios han visto siempre en la universidad independiente una amenaza a su control ideológico, precisamente por su potencialidad crítica y transformadora. En este contexto, preservar la autonomía universitaria frente a presiones externas es una garantía esencial para proteger la democracia misma, así como nuestro futuro. Una Universidad que se rinde ante el dinero, como estamos viendo en Estados Unidos, es una Universidad que no cumple con su misión, pero peor aún, que claudica sus principios.
Por tanto, defender el espacio universitario como lugar de debate abierto, donde las ideas circulan libremente y donde la crítica se ejerce sin temor, es defender la democracia, la dignidad humana y el futuro de nuestras sociedades. La Universidad no es simplemente una institución educativa; es un faro de pensamiento libre e independiente que nutre y fortalece el tejido mismo de la sociedad democrática.