Pol Gumma, catalán egresado de la UPR-RP con la nota más alta en la reciente reválida de Derecho

Pol Gumma, catalán egresado de la UPR-RP con la nota más alta en la reciente reválida de Derecho

POL GUMMA ES UN joven catalán –estudiante de la Escuela de Derecho del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico– que hasta no hace mucho fue un estudiante apenas promedio –“mediocre” a veces, según el mismo afirma– quien, sin embargo, acaba de obtener la nota más alta (perfecta, un 100%) en la edición más reciente del examen de reválida de Derecho sancionado por la Junta Examinadora de Aspirantes al Ejercicio de la Abogacía y la Notaría del Tribunal Supremo de Puerto Rico… así, con todas sus letras.

Con una historia ejemplar de éxito que parecería desafiar todas las probabilidades, de niño Pol soñó con ser una estrella del balompié, quizá compañero de Lionel Messi en la delantera del Barcelona o –más tarde– un jugador profesional de tenis, tal vez jugar contra el estelar Rafael Nadal y –claro– ganarle, pero la vida no es –con perdón de la obviedad– lo que uno anhela o dispone, sino lo que el destino ya conoce de antemano para cada cual. Esto lo sabe muy bien Pol, quien hizo un doble título entre la UPR-RP y la Universidad de Barcelona, como parte de un programa en el que los estudiantes de Barcelona estudian un año en nuestra isla y, al regresar a su país, completan el grado en derecho español y el Juris Doctor puertorriqueño.

Con 25 años de edad, el joven nacido en Premiá de Dalt -un pueblecito a unos 20 kilómetros de Barcelona de no más de 10,000 habitantes y que hasta 1980 se llamó San Pedro de Premiá- aún no sale del asombro que lo acompaña desde al viernes antepasado (21 de mayo), cuando se enteró de esa proeza, no solo por su dimensión, sino también por lo improbable en una trayectoria en la que el Derecho no se volvió prioridad sino hasta hace pocos años.

–Siempre quise ser futbolista, hasta los doce años, cuando, por una lesión en la clavícula, mis padres decidieron que no jugaría más ese deporte por ser de tanto contacto –recuerda el hijo de Silvia y Josep María, en una extensa charla por Skype–. Entonces me interesé por el tenis, me enamoré realmente de la raqueta y entre los 13 años y los 17 me esforcé por llegar a ser un jugador profesional. Me lo tomé muy en serio competitivamente, hasta que empecé a estudiar Derecho, pero sin una vocación real todavía por las leyes.

-¿Y cómo llegó la posibilidad de las leyes, del derecho? ¿Hay antecedentes en tu familia de abogados, de juristas, de jueces?

–No, no hay nada antes de mí en ese sentido, fue por casualidad –asevera–. Cuando terminé escuela superior, comencé a estudiar ingeniería porque en España los ingenieros son profesionales muy bien valorados y los que más dinero ganan. Hacia el final de la escuela superior tienes que escoger entre Ciencias o Letras. En ese entonces yo tenía 16 años y no sabía realmente qué quería hacer académicamente, mi cabeza estaba en el tenis y, un poco sin pensar y otro poco por inercia, opté por las Ciencias, porque desde ellas se puede pasar a Letras, pero no a la inversa.

Y Pol dedicó sus últimos dos años de escuela superior a las Ciencias. De ahí a la Ingeniería –sin estar convencido, asevera– y la aventura solo duró dos meses. No le gustó en lo absoluto. Veía a todos sus compañeros muy motivados y él, nada; si acaso, desidia, distancia, aburrimiento. Entonces habló con sus padres, les dijo que eso no era lo que quería y que iba a estudiar otra cosa… pero sin saber qué realmente deseaba.

–En ese momento no sabía lo que era el Derecho, pero mi madre me dijo que quizás eso era lo que debería intentar porque “a ti te gusta mucho discutir”, me dijo –recuerda–. Pensé “bueno” y pasé unos meses leyendo libros sobre Economía y Derecho. Y en ese momento creí que me interesaba más la primera que la segunda… Era principio del año y en España las clases presenciales empiezan en septiembre, por lo que decidí matricularme en la Universidad Abierta de Cataluña, totalmente en línea, para empezar en febrero y perder el menor tiempo posible. Entré buscando Economía, pero no había, lo que había era Derecho. Y dije, “bueno, pues vamos para Derecho”.

Pol asegura que no me va a engañar y le creo: dice que comenzó el primer semestre sin mucho entusiasmo… y en el segundo semestre, también.

–En España, el Derecho se estudia en 4 años –explica–. El primero es muy general, prácticamente no se toca nada de Derecho práctico. Ese primer año lo pase sin pena ni gloria, me gustó pero solo una asignatura: el Derecho Penal, que fue realmente lo que me mantuvo en los estudios en ese momento, al grado de pensar que era una posibilidad real llegar a ser abogado penalista.

Eso fue en el 2014 y al final de segundo semestre de estudios, Pol decidió -¿por qué no?- tomarse “un año sabático”…. en el sentido más laxo del concepto. Viajó y, de visita en Tailandia, tuvo una revelación que lo hizo conocerse mejor, tanto que se sinceró con el Pol que lo miraba desde el espejo del baño cada mañana y decirse que, si estaba estudiando derecho, debía hacerlo bien, con todo el compromiso, la pasión y la dedicación posibles.

–Hasta entonces había sido un estudiante mediocre –asevera sin ambages–. Un estudiante sin motivación, estudiando solo porque se supone que eso tenía que hacer porque había terminado la escuela superior y había que tener un título, pero sin el convencimiento de que eso era lo que anhelaba hacer. Hacía lo mínimo por sacar una C o una D y con eso estaba contento.

Para leer la nota completa, acceda a: Esto es el agua.. Mario Alegre Barrios

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